EU- Emily Brown, una mujer de 30 años residente de Tennessee, Estados Unidos, enfermó de COVID-19 poco después de hacerse el ultrasonido por sus 28 semanas de su segundo embarazo, tras complicaciones, tuvieron que inducirle el coma, despertó mucho tiempo después, para amamantar a un bebé de casi un mes de nacido.
“Al abrir los ojos en una habitación desconocida, traté de orientarme. Me sentí aturdida y confundida, y había un tubo conectado a mi garganta”, comentó para un medio local.
Emily y su esposo comentan que, viviendo en la zona rural de Tennessee, al principio la pandemia no parecía real; siempre siguieron con su vida normal, sin usar cubrebocas ni teniendo previsiones de sana distancia. A finales del año pasado, tras el ultrasonido correspondiente, descubrieron que iban a ser padres de un niño a quien decidieron iban a llamar Tucker.
Hubo una gran celebración en su casa por el suceso, tuvieron invitados e hicieron comida en el jardín, justo ahí fue cuando Emily descubrió que no podría oler ni saborear nada. Sabiendo que tenía síntomas, al siguiente día acudió al médico quien le confirmó que era positiva a COVID-19.
Convencida de que todo iba a pasar rápido y que todo estaría bien, siguió con su vida; seis días después de su resultado positivo, comenzaron las fiebres, la falta de oxígeno y otros síntomas más extremos. Asustados, ella y Josh, su pareja, decidieron volver al hospital.
“Estaba tan enferma que trajeron una máquina de oxígeno. Estaba muy asustada”
Los médicos informaron a la familia que debían inducir el coma esperando su recuperación. Aun faltando más de siete semanas, debieron hacer una cesárea de emergencia, Tucker nació en estado delicado.
En días posteriores, madre e hijo debieron luchar por sus vidas. A ella intentaron retirarle el respirador en varias ocasiones y no lograba respirar por si misma, por su parte, Tucker, siendo prematuro, comenzaba a tomar fuerza con ayuda de la leche materna que extraían de Emily y que su padre, Josh, quien no tenía permitido ver a la madre pero si podía acercarse a su hijo, le daba de comer.
Pasó casi un mes desde que nació Tucker, Emily finalmente logró comenzar a respirar por si misma. Cuenta que cuando despertó fue todo muy surrealista: tenía una cicatriz cerrada, como si nunca hubiera estado embarazada, tenía un niño en brazos, no sabía cuánto tiempo había pasado.
Josh necesitó hacer una prueba de COVID y esperar un par de días antes de poder ver a Emily y ser formalmente una familia reunida de nuevo. Seis días después de despertar, la madre fue dada de alta y Tucker estuvo hospitalizado un par de semanas más, aunque sus padres lo visitaban diario para poder continuar alimentándolo.
Emily y Josh creen que las personas deben conocer lo que pasó con ellos, y le recuerdan a las personas que aún no podemos bajar la guardia, “el coronavirus no es un juego, debemos tomarlo en serio”.
Fuente Agencia
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